El 14 de octubre de 2010 se dictó en el Aula Magna de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires una clase conmemorativa del 25º anivesario de la creación de la carrera de Diseño Gráfico. Los disertantes fueron Guillermo González Ruiz, Rubén Fontana y Alfredo Saavedra, moderados por Verónica Devalle.
Dicha ponencia nos dejó, como corresponde, varias dudas y cuestionamientos y decidimos ponernos en contacto con Rubén para formularle algunas preguntas. Recibimos de su parte una cordialidad y disposición enormes y he aquí sus respuestas. Esperemos se disfruten.
Es interesante, a 25 años de la creación de la carrera, mirar para atrás y ver cómo se estaba y cómo se está ahora. Vos Rubén has trabajado durante todo este tiempo, como profesional y como docente, y seguramente podés ofrecernos una perspectiva integral, justamente porque estuviste “en la calle” ejerciendo y en las aulas enseñando. ¿Cómo ves el diseño gráfico hoy? ¿Está consolidado, viciado, legitimado, florecido?
El diseño hoy está en una posición diferente de lo que acontecía hace 25 años. Pensemos que al iniciarse la Carrera de Diseño Gráfico en la UBA, los que nos autodefiníamos como diseñadores éramos unos pocos. Hoy hay miles de diseñadores en la Argentina que de manera progresiva y constante fueron modificando el paisaje del diseño. Esa masividad fue abriendo puertas y difundió nuestro oficio dándolo a conocer a toda la estructura social.
Por haberse difundido nuestro quehacer está posicionado de otra manera, al margen de la calidad de la oferta que hagan los actores, el diseño existe dentro de un contexto productivo que es tenido en cuenta como uno de los motores para el desarrollo de la sociedad.
Respecto a la legitimación de nuestro oficio, ésta la tienen que producir los mismos diseñadores con su trabajo que, básicamente, tiene que ser eficiente. La búsqueda de la calidad es la que elevará el estandar profesional y serán los actores por la superación natural de los servicios que brinden, los que irán encontrando una mayor y mejor inserción profesional.
Hablando académicamente de tipografía, ¿es lo mismo hoy que hace 25 años? ¿Creés que la enseñanza y el aprendizaje tipográfico necesitan una redefinición?
No solo la enseñanza de la tipografía debe ser reconsiderada, sino también la enseñanza toda del diseño. Por un lado se ha insertado el salto tecnológico, que ha propiciado cambios muy grandes en las formas de producción y hasta en los hábitos y costumbres de la lectura de las imágenes (en si misma, la tecnología ya ha empujado un cambio cultural); por el otro está el mercado, que hoy tiene una exigencia del diseño como servicio más compleja y que obliga a cumplir otros roles a nuestro oficio.
Los cambios necesarios en la enseñanza y aprendizaje de la tipografía aunque son del mismo tono que los que se presentan en las otras materias, exigen una revisión todavía más profunda dado que en los últimos 25 años la tipografía dio un salto mayor que el diseño. Pensemos que cuando comenzó la carrera, la tipografía se manejaba con una tecnología mucho más limitada y que respondía a parámetros regidos durante cientos de años por los países así llamados centrales.
La tecnología que hoy se impuso a través del trabajo en el ordenador liberó la posibilidad de participación a muchísima más gente en todo el mundo, nuestra América ha pasado de la nada a ser protagonista de este cambio. Esa apertura aceleró todo el proceso. La cultura de los signos tipográficos que se exige hoy en día es más sofisticada y a la vez está más difundida que la que se exigía antes. Semejantes movimientos debieran se considerados para trasladarlos a la enseñanza, haciendo énfasis en lo analítico por sobre lo tecnológico.
Y por último, más de una vez has destacado el valor que tiene el dibujo y la escritura manual a la hora de materializar imágenes mentales. Es una hábito que en general los jóvenes estudiantes han perdido, encerrándose cada vez más en sus monitores. ¿Creés que hay algo que pueda hacer la educación universitaria para salvar este déficit?
Las nuevas herramientas encandilaron a la educación visual y hay una fuerte tendencia a considerar que se es bueno si se es rápido para manejar distintos programas. Pero hay algo que está más allá de lo inmediato y que tiene que ver con la capacidad de razonar y elaborar ideas; esa extraña asociación que se produce entre la mano, el ojo y la mente en el momento de indagar con profundidad en lo conceptual y en lo formal, como partes de una sola y misma cosa.
Lo que ocurre cuando uno escribe a mano también sucede al dibujar, se prefigura, es decir que el pensamiento antecede a la acción pero esta, la acción, retroalimenta el pensamiento y se organiza respondiendo a un programa que es muy dinámico, integrando las ideas como en planos superpuestos que ocurren de distinta forma en cada uno de los actores. Esa instancia, la de la prefiguración (la de anticiparse a los hechos), sucede cuando la mente desarrolla un plan e intercambia la razón con el resultado formal, y donde cada pequeño avance de uno u otro lado da permiso y mediatiza a los sucesivos.
Sería deseable que la escritura manual y el dibujo integren la currícula del comunicador visual, pero antes que eso, que formen parte de la instrucción primaria y secundaria como materias imprescindibles para la formación de los jóvenes.
> Rubén Fontana
CLIC para descargar la entrevista en PDF